Título: Cómo crecer en el amor
Verdad central: Un amor
siempre en aumento a Dios y a los demás es la más elevada realización
cristiana.
Trasfondo bíblico: Lev.
19:18,34; Salmo 116:1,2; Juan 15:12,13; Rom. 5:1-8; 1 Tes. 4:9; 1 Juan 3:1,17,
18; 4:8-10; 5:1-3
Bosquejo
I.
Acepte el amor de Dios
A. El don del amor de Dios
B. Grandeza del amor de Dios
II.
Ame a Dios
A. Con todo su ser
B. Con obediencia
III.
Ame a los demás
A. Como a sí mismo
B. Como Cristo lo amó
Objetivo:
Comprender y aceptar el amor de Dios y
mostrarles su amor a los demás.
Introducción
A veces experimentamos su amor en
nuestros sentimientos, en el sentido de que pudiéramos decir que estamos
complaciéndonos en el fervor de su amor. Pero por lo general reconocemos el
amor de Dios por nosotros en lo que Él ha hecho. El capítulo del amor (1
Corintios 13) define el amor no como algo que se siente sino algo que se
expresa en hechos.
En esta unidad hemos estudiado acerca
del crecimiento espiritual. La prueba positiva de crecimiento espiritual es
mostrarles a otros el amor de Cristo en nuestra vida, no sólo a quienes son de
la familia de la fe, sino también a los perdidos y desamparados del mundo.
El amor es el mayor, porque todas las
demás virtudes tienen en él su origen. La predicación elocuente, el
conocimiento asombroso, la mucha fe, buenas obras, e incluso el martirio son
inútiles sin amor (1 Corintios 13:1-4). Dios quiera que, gracias a este
estudio, aumente nuestro deseo de crecer en el amor a Dios y a los demás.
Comentario bíblico
I.
Acepte el amor de Dios (Romanos 5:5-8)
A. El don del amor de Dios
Pregunta: ¿Por qué la
gente tiende a ser escéptica cuanto a recibir regalos?
A veces cuando alguien quiere dar un
regalo, el beneficiario titubea en aceptarlo. Se nos ocurren pensamientos como
estos: "Nadie da nada por gusto" y "Algo está tratando de
conseguir". No cabe duda de que hay algo de cierto en el dicho "no se
consigue algo por nada".
Aun con Dios se cumple eso. Dios nos
ofrece su amor como un don. Recibimos ese don cuando ponemos en Dios nuestra fe
y confiamos en Él. Y como declaró Pablo en Romanos 5:5, "la esperanza no
avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones". No nos consideremos tan importantes, como si hubiéramos hecho
algo grande, ya que debemos reconocer que pusimos nuestra esperanza en Dios
porque estábamos desesperados.
Pablo no deja lugar para la duda en
cuanto a nuestra condición antes que recibiéramos el don del amor de Dios.
Éramos "débiles", "impíos" y "pecadores" (vv.
6,8). Carecíamos de poder para ganar la justificación con Dios. Lo mejor que
podíamos ofrecer en el sentido de justicia propia es como "trapo de
inmundicia" para Dios (Isaías 64:6). Cada uno de nosotros andaba sin Dios
y no había dado en el blanco, y estábamos destituidos de su gloria (Romanos
3:23).
Pregunta: ¿Qué frase
de dos palabras señala el punto decisivo en estos dos pasajes?
La frase "pero Dios"
(Efesios 2:1-10; Romanos 5:8) señala el cambio en esos pasajes. Cristo no murió
por una persona justa o ni siquiera una persona buena que sea amable y
generosa. Murió por los pecadores. Pero Dios, sabiendo que la paga del pecado
es muerte, nos dio el don de su amor, que es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro (6:23).
B. Grandeza del amor de Dios
La grandeza del don del amor de Dios
se muestra al hacer hijos suyos a quienes reciben ese amor. "Mirad cuál
amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el
mundo no nos conoce" (1 Juan 3:1). Nos resulta totalmente extraña la idea
de que Dios nos ama tanto que quiere adoptarnos en su familia.
El ser hijo de Dios implica beneficios
y responsabilidades.
Pregunta: ¿Cuáles son
algunas de las ventajas de ser hijo de Dios?
Romanos 8:14-17 menciona estos
beneficios: la dirección del Espíritu, conociendo a Dios como
"Padre", el testimonio del Espíritu y el ser heredero de Dios y
coheredero con Cristo.
Pregunta: ¿Cuáles son
algunas de las responsabilidades de ser hijo de Dios?
1 Pedro 2:21-24 habla del ejemplo de
Cristo para que sigamos "sus pisadas". Tenemos la responsabilidad de
sufrir por Cristo, consagrarnos a Dios y vivir rectamente.
Pregunta: ¿Cómo puede
alguien llegar a ser hijo de Dios?
Juan 1:12 afirma: "A todos los
que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios." Por la fe recibimos el don de la salvación y nos
convertimos en hijos de Dios (véase también Efesios 2:8,9).
La grandeza del amor de Dios también
se ve en la provisión de la salvación por parte de Dios. Envió a Jesucristo
para que fuera la propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10). La palabra
"propiciación" alude a un sacrificio hecho para satisfacer los justos
requisitos de Dios. Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador, de modo que
envió a Cristo para que muriera por nosotros.
Dios creó al hombre para que tuviera
comunión con Él. Pero el pecado interrumpió la relación del hombre con Dios,
convirtiendo al hombre en enemigo de Dios. Pablo tenía eso en mente cuando dijo
que éramos enemigos de Dios. En su deseo de restaurar las buenas relaciones con
nosotros, Dios nos reconcilió con Él por la muerte de Jesucristo (Romanos
5:10).
Se ha definido la religión como la
tentativa del hombre de llegar hasta Dios. El cristianismo es diferente de
cualquier otra religión en que es Dios quien toma la iniciativa de llegar hasta
nosotros. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna" (Juan 3:16).
La grandeza del amor de Dios se ve
también en su deseo de darnos vida (1 Juan 4:9). Cuando el hombre fue creado y
puesto en el huerto, fue el deseo de Dios que disfrutara de la vida y de la
comunión con Él. Pero Adán decidió no hacer caso de la advertencia de Dios de
que "el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2:17).
El pecado causó la muerte física y espiritual. Dios envió a Jesucristo al mundo
para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia (Juan 10:10).
La vida que Jesucristo nos da vence
aun la muerte física. La esperanza del cristiano incluye la resurrección del
cuerpo. En aquel día glorioso, los efectos del pecado serán destruidos para
siempre y disfrutaremos de vida eterna en la presencia del Señor (véase
Apocalipsis 21,22).
Dios es amor (1 Juan 4:8). Su
naturaleza manifiesta la grandeza de su amor y su carácter es actuar con amor (v.
10). No es de extrañarse que el apóstol Pablo pidiera que seamos
"plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la
anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de
Cristo, que excede a todo conocimiento" (Efesios 3:18,19).
II.
Ame a Dios
(Salmo 116:1,2; Marcos 12:29,30)
A. Con todo su ser
En el Salmo 116, el salmista expresa
su gratitud a Dios por haber sido librado de la muerte. Es como reacción ante
la respuesta de Dios a sus oraciones que él expresa su amor a Dios (v. 1). Dijo
que invocaría y amaría a Dios mientras viviera (v. 2).
No sólo debemos amar a Dios con toda
nuestra vida; tenemos que amar a Dios con todo lo que somos. Se acercó a Jesús
uno de los escribas, maestro de la ley, que le preguntó cuál era el mandamiento
más importante. La respuesta de Jesús vino de Deuteronomio 6:4,5. Confirma la
unidad de Dios y la relación que Israel tiene con Dios como su pueblo del
pacto. Como es el único Dios verdadero, y gracias a su pacto, se le debe amar
de todo corazón.
Muchos se complican tratando de
definir lo que significa amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con
toda la mente y con todas las fuerzas. Concentrémonos más bien en lo que Jesús
está diciendo aquí. Debemos amar a Dios con todo nuestro ser.
B. Con obediencia
Todos los padres suponen que sus hijos
se amen los unos a los otros. Dios espera que quienes lo aman también amen a
sus hijos (1 Juan 5:1).
Parece extraña la declaración del
versículo 2. En el capítulo anterior, Juan dio a entender que es imposible amar
a un Dios invisible si no amamos a las personas con quienes tenemos contacto
cada día (4:20).
No podemos separar la relación que
tenemos con Dios de las relaciones que tenemos con los demás. La forma en que
usted trate a su compañero afectará su relación con Dios. Y su relación con
Dios debe afectar la forma en que usted trata al compañero. Por ejemplo, cuando
Dios tiene misericordia de nosotros, debemos tenerla de los demás (Mateo
18:33). Cuando ayudamos a un hermano necesitado, hemos servido a Jesucristo
(Mateo 25:40).
Por eso Juan dijo que, para mostrar
amor a los hijos de Dios, debemos amar a Dios y guardar sus mandamientos. Pero
no debe ser una obediencia a regañadientes por temor al castigo. Es un servicio
alegre, con un vehemente deseo de agradar a Dios. El obedecer los mandamientos
de Dios no es una carga (1 Juan 5:3).
III.
Ame a los demás
(Levítico 19:18,34)
A. Como a sí mismo
Muchos luchan con la cuestión de
amarse a sí mismo. Vivimos en una cultura que tiende a ser ensimismada y
ególatra. Se nos enseña a ser egoístas, aun hasta el punto del suicidio y la
eutanasia. ¿Cuál es el equilibrio entre amor propio y egolatría? Levítico 19:18
declara: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Y el versículo 34
extiende eso al trato de los extranjeros como familia. Así que nos hacemos la
pregunta: "¿Cómo se ama usted a si mismo sin los extremos representados en
nuestra sociedad?"
En primer lugar, usted se ama a sí
mismo como alguien creado a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Después del
pecado original, la imagen de Dios, aunque dañada, sigue aun en nosotros (9:6).
En segundo lugar, usted se ama a sí
mismo como alguien que tiene valor porque Dios tiene un propósito y un plan
para su vida (Jeremías 1:5). El Salmo 139:16 declara: "Mi embrión vieron
tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego
formadas, sin faltar una de ellas."
En tercer lugar, usted se ama a sí
mismo como alguien por quien Cristo murió. Dios pensó que usted era digno del
sacrificio de su Hijo unigénito.
Todos los mandamientos de Dios
respecto a la forma en que se ha de tratar a los demás se resumen en este único
mandamiento: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", (Levítico 19:18).
Romanos 13:10 declara: "El amor no hace mal al prójimo; así que el
cumplimiento de la ley es el amor."
La práctica del perdón es una forma en
que expresamos ese amor a los demás. No debemos vengarnos ni guardar rencor
(Levítico 19:18). Debemos mantener una perspectiva apropiada en nuestras
relaciones con los demás. Colosenses 3:13 nos recuerda otra perspectiva a tener
en cuenta. "Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros... De
la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros."
Otra expresión de amar al prójimo como
a sí mismo se encuentra en el tratar de igual modo a todas las personas
(Levítico 19:34). En la parábola del buen samaritano. Jesús enseñó que el
prójimo es el que muestra misericordia y compasión con los necesitados (Lucas
10:30-37). La discriminación, el tratar a las personas de manera diferente
debido a que son distintas de nosotros, no debía ser práctica del pueblo de
Dios. Los israelitas supieron gracias a sus experiencias en Egipto lo que era
ser maltratados. Este no fue sólo un principio para los israelitas en la época
del Antiguo Testamento. Jesús nos lo aplicó a nosotros cuando nos dio la regla
de oro (Mateo 7:12).
B. Como Cristo lo amó
Un popular tema cristiano que comenzó
a fines de la década de los años noventa es la pregunta "¿Qué haría
Jesús?" Jesucristo es el ejemplo supremo de lo que significa amar a los
demás. Jesús les ordenó a sus discípulos:
"[Amaos] unos a otros, como yo os
he amado" (Juan 15:12.)
Jesús continuó su conversación con la
observación de que la mayor muestra de amor es la de dar la vida por un amigo
(v. 13). La esencia de eso es el morir por el bien de otro. Pero ¿qué sucedería
si eso implicara el sacrificio de las ambiciones, los planes y los intereses
personales? ¿Estamos dispuestos a sufrir incomodidades por un amigo? ¿Estamos
dispuestos a sacrificarnos para que otros sean bendecidos? Cristo hizo todo eso
por nosotros, y no podemos hacer menos por los demás.
El apóstol Juan en su primera epístola
recurrió al ejemplo de Cristo (1 Juan 3:16). Invitó a sus lectores a que
consideraran si el amor de Cristo puede estar en ellos si no ayudan a un
hermano necesitado cuando pueden ayudarlo (v. 17).
Pregunta: ¿Qué piensa
que significa la expresión "cierra contra él su corazón"?
Consideramos el corazón como el centro
de nuestros sentimientos. La expresión indica el no tener piedad, el no atender
al hermano necesitado.
Juan les aconsejó a los creyentes que
practicaran las obras de amor, no que sólo hablaran de ellas. Muchos ministerios
fructíferos comenzaron con ganar almas para el reino cuando personas compasivas
veían una necesidad y la satisfacían. Así comenzó la Escuela Dominical. Robert
Raikes vio a los niños necesitados e hizo lo que pudo para ayudarlos. ¿Qué
pudiera hacer Dios por medio de usted?
Pablo, al escribirles a los
tesalonicenses, mencionó que ellos habían sido enseñados por Dios a amarse los
unos a los otros (1 Tesalonicenses 4:9). No les estaba escribiendo para darles
instrucciones acerca del amor fraternal, porque ya lo estaban practicando (v.
10). Pablo sencillamente quería alentarlos a que hicieran más y más (v. 11).
Pregunta: ¿Cómo habían
sido enseñados los tesalonicenses por Dios a amarse los unos a los otros?
Jesús fue su ejemplo para mostrarse
amor los unos a los otros. Resolvámonos a seguir el ejemplo de Cristo y su
orden de que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.
Aplicación
Tenga con un grupo de hermanos en la
fe un intercambio de ideas acerca de las necesidades que saben que hay en la
iglesia, en su vecindario, en las escuelas y en la comunidad. Determinen cuáles
de esas necesidades pueden ellos satisfacer. Analicen cuáles pueden ayudar a
resolver las personas individualmente, una clase de Escuela Dominical o la
iglesia. Designe a una persona o a un grupo pequeño para que investigue más lo
que puede hacerse y que formule un plan específico (quizá quiera consultarlo
con su pastor). Entonces póngalo en práctica, en el nombre de Cristo, como
expresión de amor.
La vida tiende a golpearnos. A veces
comenzamos a sentir como si nadie nos amara. Esta lección nos ha recordado que
Dios nos ama muchísimo. Aun cuando éramos pecadores. Dios nos amó. Comience a
buscar al Señor y dígale cómo se siente usted. Permita que su amor entre en el
corazón y le dé plenitud de vida. Entonces, al igual que el salmista, usted
puede decir: "Amo a Jehová pues ha oído mi voz y mis súplicas" (Salmo
116:1).
El Señor os haga crecer y abundar en amor
unos para con otros y para con todos
(1 Tesalonicenses 3:12).
(1 Tesalonicenses 3:12).
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